Dios nunca defrauda a los que confían en Él. Nuestras lágrimas nunca son olvidadas. Son de gran estima a Dios, y éstas son muchas veces la materia prima que Él utiliza para cambiar circunstancias en nuestra vida.
Cuando una respuesta tarda, no significa que no nos escucha o que no le importe nuestro dolor. Siempre hay una razón por la cual nos hace esperar. Enojarse con Dios sólo aumentará nuestro dolor y retrasará la bendición. Él tiene caminos misteriosos y, para
entenderlos, debemos acercarnos a Él, arrepentirnos de nuestra actitud y estudiar su palabra.